“My foreign policy will always put the interests of the American
people and Americana security above all else”. Donald Trump
Expresando abiertamente lo que muchos pensaban y no se atrevían a decir, Donald Trump ha entrado en la política estadounidense como una tromba marina, cuyos efectos están aún por verse. Una de las áreas más polémica de su campaña es, sin lugar, el tema de las relaciones internacionales. Con un discurso polémico y beligerante, Trump ha hecho temer – tanto a enemigos como a aliados– cuál sería el comportamiento de Estados Unidos bajo su liderato. Este interrogante se hace mucho más relevante ante el hecho casi indiscutible de que Trump será el candidato a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano.
Analizar las ideas de Trump sobre política exterior no resulta fácil por lo accidentado y errático de su discurso. Afortunadamente, el pasado 27 de abril, Trump pronunció un discurso en el Center for National Interest (CNI), en el que presentó la que se considera su propuesta más coherente de política exterior. Fundado por Richard M. Nixon en 1994, el CNI es uno de los principales “think tanks” estadounidenses.
El eje central de este discurso es una de las ideas claves en el desarrollo histórico de la política exterior de Estados Unidos: el aislacionismo. Éste formó parte vital de la política exterior estadounidense desde que fue insinuado por George Washington en su famoso “discurso” de despedida de la presidencia de Estados Unidos en 1796. En este testamento político, el primer presidente estadounidense recomendó a sus conciudadanos evitar las alianzas extranjeras y concentrarse en el desarrollo de la nación.
Aplicado selectivamente, el aislacionismo mantuvo a Estados Unidos alejado de los problemas y conflictos europeos hasta la participación estadounidense en la Gran Guerra. Rescatado por los presidentes republicanos de los años 1920, el aislacionismo ató las manos de Franklin D. Roosevelt en los años 1930, hasta que el ataque japonés a Pearl Harbor empujó a la nación estadounidense a la segunda guerra mundial. Tras la guerra, Estados Unidos no evadió el liderato que le correspondía como principal potencia mundial, haciendo del intervencionismo –en sus diversas manifestaciones– la base de su política exterior en la segunda mitad del siglo XX. En pleno siglo XXI, Trump propone darle marcha atrás a la historia y retomar la idea de “America first” como la base de la política exterior de Estados Unidos.
El discurso de Trump posee otros elementos de interés. En primer lugar, refleja una gran nostalgia por un pasado no tan lejano en el que EEUU derrotó a Japón y a la Unión Soviética, salvando al mundo tanto del fascismo como del comunismo. Para el candidato Republicano, a partir del fin de la guerra fría, la política exterior de Estados Unidos había carecido de coherencia, visión, propósito y estrategia. Esto había provocado que el poder y prestigio estadounidenses decayeran. Por ello propone hacer a EEUU grande de nuevo, imponiendo su agenda, acosando a sus enemigos, metiendo en cintura a sus aliados y combatiendo con todos los medios posibles el mal mayor: el islamismo radical.
Por ello no debe sorprender, que el militarismo ocupe una parte muy importante de su discurso. Trump insiste en el poder militar como el elemento clave de la política exterior estadounidense, poder que había sido debilitado por Obama y que él promete restaurar. Para Trump, el dominio militar estadounidense debe ser incuestionable.
El nacionalismo económico es otro elemento central de este discurso. Trump propone como necesarios cambios en las políticas comerciales, migratorias y económicas estadounidenses. Su objetivo es proteger al pueblo del libre comercio y de sus efectos, sobre todo, del “robo de empleos”. Trump rechaza el globalismo y promete una política exterior unilateral, en la que verá al mundo a través de los lentes de los intereses estadounidenses. En otras palabras, se violarán, revocarán o renegociarán tratados comerciales, se retomará el proteccionismo provocando guerras comerciales, se buscará cerrar las fronteras, etc.
Trump rechaza lo que él denomina como el “intervencionismo Obama-Clinton”, al cual acusa de haber creado confusión, debilitando a Estados Unidos y desestabilizando al Medio Oriente. Sin embargo, no hay un total rechazo al intervencionismo, sino al intervencionismo wilsoniano y, en especial, al concepto de “nation-building” (“construcción de nación”). Para él, Estados Unidos debe ser pragmático e intervenir sólo para ganar y para estabilizar, no para promover la democracia ni para generar caos, como en el caso de Libia.
Trump expresa una actitud un tanto ambivalente con los aliados, a quienes acusa de no aportar adecuadamente en los costos de defensa común, dejando en manos de Estados Unidos esa enorme carga. Aunque Trump cuestiona la validez de las alianzas históricas estadounidenses (Europa-NATO), también promete que Estados Unidos será un amigo y aliado confiable “nuevamente”, con una política exterior coherente basada en defensa de los intereses de estadounidenses y de los intereses comunes con sus aliados. Sin embargo, no deja claro cómo se conciliarían ambos intereses. Promete que bajo su liderato, Estados Unidos no abandonará a gobiernos amigos como hizo Obama en el caso de Egipto (Mubarak). Tampoco traicionará a aliados indispensables como Israel, como hizo Obama al llegar a un acuerdo nuclear con Irán.
El candidato Republicano se queja de que, como consecuencia de la debilidad de Obama, los rivales y enemigos de Estados Unidos no respetan ni toman en serio a la nación estadounidense. Subraya que quiere buenas relaciones tanto con China como con Rusia, pero desde una posición de fuerza y respeto. Con relación a China, insiste en la necesidad de una balanza comercial balanceada y promete tomar medidas para ello. Además, crítica que Obama no hay hecho nada para frenar los ataques y el espionaje cibernéticos chinos (como tampoco frenó el “robo de empleos”). Gracias a Obama, Corea del Norte había aumentado sus agresiones y expandido su poder nuclear. Para Trump es fundamental que Estados Unidos no permita que sus rivales sigan saliéndose con la suya.
En este discurso Trump propone una política exterior basada en el aislacionismo, el proteccionismo, el unilateralismo, el militarismo y el pragmatismo. Una propuesta que ignora totalmente al cambio climático; que pretende dar marcha atrás a la historia, que no reconoce los límites del poder estadounidense y que, además, refleja un profundo desconocimiento del funcionamiento y de las formas del sistema internacional y de la diplomacia. Aunque Trump promete hacer grande a Estados Unidos nuevamente, sus propuestas no sólo podrían acelerar la decadencia estadounidense, sino también amenazar la paz mundial.
Norberto Barreto Velázquez